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Cuando el pueblo habla.

    Si has llegado hasta aquí porque el título te ha removido cierta inquietud política, si es que no la tenías removida ya (los días de campaña electoral es lo que tienen, que remueven, a veces hasta la náusea) siento decepcionarte, pero no es eso lo que nos compete. La política sí, pero más bien su cometido: el pueblo llano, el local medio, el ciudadano de a pie.

    Ya lo decía Horacio en sus Sátiras, “Populus me sibilat, at mihi plaudo ipse domi”, que para los que tenemos el latín como asignatura pendiente significa “el pueblo me silba, pero yo me aplaudo en casa”. Quizá el bueno de Horacio no era tan bueno y las pitadas populares eran bien merecidas, pero por todos es sabido que nadie está libre de pecado cuando de la mentalidad pueblerina y sus opiniones dictatoriales se trata. La mentalidad de pueblo es un objeto de estudio minucioso aparte, pero podemos resumirla en un compendio de tópicos y normas morales rancias, parciales, absurdas e inamovibles en su mayor parte. La moral de un pueblo no se hace en un día, por eso años y años de tradición hacen que tales normas abarquen asuntos de toda índole y naturaleza sospechosa que puedas imaginar y que no. Una moral que es juez y parte, puesto que ni ella misma se salva de sus propias fauces corrosivas y desalmadas cuando toca, pero ya lo dice el dicho, nada más atrevido que la ignorancia, y en este caso, me atrevería a añadir al aburrimiento.

    Si te sientes identificado con lo anterior, si cuando ves Cuéntame te conmueve la rebeldía de Inés o Toni pero aun así te da pena la pobre Herminia porque te recuerda tanto a tu tía la de la huerta, he aquí ciertas orientaciones de supervivencia:

-Sal de casa solo lo estrictamente necesario. Usa las redes sociales solo lo estrictamente necesario (el desuso es considerado rareza, por supuesto). Trabaja/estudia de lunes a viernes. Sal al local de moda los sábados. Los domingos ve al cine o al fútbol o en su defecto quédate de tranqui en casa viendo una peli con tu pareja. Ten pareja (requisito esencial si eres hombre y notas que ciertas partes de tu cuerpo comienzan a despoblarse) (requisito aun más esencial si eres mujer, pobre desvalida). Publica todo lo anterior en las redes sociales correspondientes (ciertas modernidades sí que nos llegan, sí). Llegado el momento cásate con dicha pareja. Ten hijos. Compra una casa en el pueblo, o pedanías del mismo. Insta a tus hijos a hacer lo mismo que tú. Un plus: llama al menos a uno de ellos con el nombre de tu suegro/suegra. Este es el tip fácil, no se incluyen todos los casos posibles porque se pueden sustituir por un: sigue a la manada.

-Si eres un inconformista de pro y te gusta ir contracorriente, no sabes lo que haces, pobre diablo. Admiro tu valentía, eres un romántico de los buenos y seguro joven y lleno de ideales y esperanzas. Te van a destruir. Eres el caramelo en la puerta del colegio. El pibón rubio solo en la barra. El DIFERENTE. Todos para una...

-...y todos para ti. Pero qué te creías, ¿que era tan fácil? Y quizá pudieras librarte de ellos, pero no de tí mismo. Nacer en medio de la mentalidad de pueblo es lo que tiene, que te persigue hasta el resto de tus días porque la llevas impresa en cada uno de tus genes, ahí, imborrable pero oculta, como el tribal del excani musculitos de tu gimnasio. Y te pesa, sí, pero no puedes negarlo, y si no acuérdate de aquel día que tu tía la de la huerta (sí, la misma de antes) le contaba a tu madre el lío de su vecina con...ya lo sabes, te acuerdas porque tu sexto sentido de ancianita cotilla y prejuiciosa se agudizó en ese preciso momento aunque tu ni fueses consciente.

-Dejar el egocentrismo a un lado a veces también funciona. Que sí, pesado, que tu caída en la discoteca del pueblo anoche fue mítica y probablemente de las que hacen historia, pero hasta el ciudadano medio tiene una mínima obligación (o en su defecto, ocio) que le hará volver la vista de tu ridículo a su tan importante ombligo. Todos excepto tu vecina del primero, la que un día se quedo pa' vestir santos y sufrió, sufrió más de lo que tu podrás sufrir las horribles consecuencias de los correveidiles. Y dedica su vida entera a la venganza, incluyendo el joder...fastidiarnos la sugerencia.


    Y si ninguna de estas orientaciones funciona (los consejos se los dejamos a los profesionales, quienes quiera que sean), propongo una última opción, hacer uso de una de las lecciones vitales que el querido Forrest Gump, genio y figura, dejó grabadas en nuestra retina: corre. Corre lejos. Huye, insensato, y no dejes de correr hasta que tus piernas digan hasta aquí y te des de morros con el suelo. Una vez allí, dondequiera que sea pero lejos, decide bien, y aprovecha tu segunda oportunidad. Con suerte no encontrarás a ningún conocido, y con más suerte aun tu caída habrá provocado una mínima deformación en tu cara pero suficiente para que no te reconozcan. Corre. No va a pasar nada malo. Lo peor que puede pasar es que se te ocurra escribir algo como esto.


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